Las Letras del Banco Central (LEBAC) son deuda que emite el
Banco Central para absorber la emisión de moneda doméstica generada por el muy
alto déficit fiscal. El principal objetivo de las LEBAC es reducir excedentes
monetarios que agregarían presiones sobre el nivel de precios y el valor del
dólar.
"Para tener una idea de órdenes de magnitud, el
circulante de moneda nacional en poder del público es de $740 mil millones,
mientras que el stock de LEBAC asciende a $1,25 billones. Es decir que, si a
todos los tenedores de LEBAC se les devolviera el efectivo, el circulante más
que se duplicaría", explica el informe.
Del mismo modo, los especialistas describen que la
estrategia acordada con el FMI es tender a que sea el Tesoro el que contraiga
esta deuda. Esto apunta a que el Banco Central tenga mayor autonomía en el
control del dólar y la inflación. "El proceso se inició con licitaciones
de Letras del Tesoro (LETES) con la cual el Ministerio de Hacienda propone al
público cambiar sus LEBAC por LETES", informan.
Y agregan: Cabe preguntarse si este cambio de deuda del
Banco Central por deuda del Tesoro generará tranquilidad en los mercados
financieros y si es sostenible en el tiempo. Para acercar respuestas es
pertinente analizar la evolución de la deuda del Tesoro nacional en el último
cuarto de siglo. Según el Ministerio de Hacienda se observa que:
- Entre 1992 y 2001 la deuda pública del Tesoro pasó desde
u$s63 mil a u$s144 mil millones, o sea, subió en u$s81 mil millones.
- Entre 2001 y 2015 la deuda del Tesoro pasó desde u$s144
mil a u$s254 mil millones, o sea, subió otros u$s110 mil millones.
- Entre el 2015 y el 2017 la deuda del Tesoro pasó desde
u$s254 mil a u$s335 mil millones, o sea, subió en otros u$s81 mil millones más.
Idesa detalla que estos datos señalan que en el último cuarto de siglo la deuda pública del Tesoro nacional medida en moneda dura no dejó de subir.
En la época de la convertibilidad, cuando el déficit fiscal
se financiaba con crédito externo, la deuda más que se duplicó. Abandonada la
convertibilidad, la deuda del Tesoro mantuvo su ritmo de crecimiento aun cuando
el país estaba en default (con el acceso vedado al crédito internacional) y se
apeló profusamente al financiamiento del déficit fiscal con emisión monetaria
(lo que restableció la alta inflación en Argentina).
Y agregan: En sólo 2 años de gestión de las actuales
autoridades la deuda del Tesoro nacional volvió a subir en proporciones
similares a las dos etapas anteriores. Este endeudamiento sistemático es la
consecuencia de los persistentes déficits fiscales.
Igualmente, consideran que que el Banco Central deje de
contraer deuda para cubrir los desequilibrios del sector público es un paso
positivo en favor de la transparencia y la institucionalidad. "Pero esto
no resuelve el problema de fondo.", alegan.
"Así como se cayó en la tentación del gradualismo para
eludir decisiones impopulares, preocupa que la reducción de la deuda del Banco
Central por la vía de mayor deuda del Tesoro induzca a dejarse caer en una
nueva “zona de confort”. En otras palabras, es positivo que el Banco Central
deje de endeudarse para contener el exceso de emisión monetaria que provoca el
déficit fiscal, pero la solución no es más deuda para el Tesoro sino bajar el
gasto público", aseguran los especialistas.
Seguir financiando déficit con deuda tiene mayores costos
sociales que un ajuste fiscal ordenado. Un indicio en este sentido surge del
Informe de Avance del Poder Ejecutivo al Congreso Nacional para el Presupuesto
2019. "Allí se observa que en los primeros 5 meses del año 2018, los pagos
de intereses de deuda ya se convirtieron en el segundo ítem de gasto público
por detrás de las jubilaciones", explican.
"Resulta muy sugerente que en intereses se pasó a
gastar más que en remuneraciones de empleados públicos. La contrapartida es que
la inversión en obras públicas se redujo un 12% en términos nominales, caída
que corrigiendo por inflación sería equivalente al 30%.", describen desde
Idesa.
Finalmente, explican que la aceleración de la inflación y el aletargamiento en la producción demuestran que el gradualismo no evita costos sociales sino que los potencia. Un camino alternativo es abordar con valentía política una estrategia de ordenamiento del Estado poniendo énfasis en recortar derroches y privilegios. Esta es la manera de terminar con el perverso crecimiento de deuda que se produce por la sistemática acumulación de déficits fiscales.
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