DEPORTES | Provinciales | 21/12/2017
Deportes extremos, cuerpos bronceados, músculos esculpidos, muchos tatuajes, yoga, skaters, caipirinhas, buena onda, más tatuajes, música cool durante el día y terrible fiesta para la noche. Todo eso se vivió del 8 al 10 de diciembre pasado.
Con la satisfacción de corroborar el crecimiento anual del evento que marca el inicio del verano misionero, sólo resta agradecer a los competidores, público, medios y auspiciantes que, junto al equipo humano del Club de Río, han logrado que año a año el Wakeboard en San Ignacio sea un evento que aúna deportistas de diferentes disciplinas adrenalínicas, familias, amantes de las carpas, rockeros y ravers. Es que el wake se ha convertido en un festival multicultural y multitarget pocas veces visto en nuestra provincia. "Es un mini Lollapalooza", se escucha decir por ahí... y claro, salvando las distancias, hay algún que otro link con el concepto original de dicho festival. Hablamos del craneado por Perry Farrell (Janes Addiction) allá por 1991 y que convocaba a toda la tribu alternativa del sur de los EUA, no del mega-evento comercial que es hoy en día. Hoy el wakeboard en el Club de Río es un imán para la cultura alternativa local y, poco a poco, va derribando fronteras. Deportes extremos, cuerpos bronceados, músculos esculpidos, muchos tatuajes, yoga, skaters, caipirinhas, buena onda, más tatuajes, música cool durante el día y terrible fiesta para la noche. Todo eso se vivió del 8 al 10 de diciembre pasado. “MISIONES ES EL SUMUN DE LO QUE BUSCÓ TODA LA VIDA” “No tengo nada de italiano. Más bien de africano”, bromea Ezequiel Buzza, el speaker que año a año relata cada una de las maniobras que realizan los riders sobre la tabla mientras los cuerpos se broncean e hidratan en la playa. De piel morena y barba oscura y con una gran picardía de estirpe rosarina, el Negro Buzza es parte del folklore que tiene cada año el campeonato de wakeboard en San Ignacio y contemporáneo del wakeboard mismo en el país. Cumple veinte años como speaker de este deporte que llegó al país trañidos por ñél y su hermano hacia 1993. Buzza era uno de los riders principiantes y una vez tomó el micrófono porque había faltado el presentador. Desde entonces es una figura imprescindible de cada copa a disputarse en el mundo del wakeboard. Desde aquellos tiempos noventosos, las cosas para el wakeboard argentino se han catapultado. Estados Unidos tiene a los más calificados riders. Pero el negro Buzza deja en claro que la Argentina está entre los veinte mejores del planeta, gracias en particular a los hermanos Ulf y Kai Ditsch, que se lucen en la categoría Caballeros y que también sacaron cabeza en esta reciente competencia de San Ignacio. Que los hermanos Ditsch estén tan bien rankeados “lo definen tres maniobras que son dificilísimas”, explica Buzza. “Son “tres trucos que son difíciles de meter en una pasada, tal vez sí en una práctica. Pero tenés que resumir (los trucos) en menos de un minuto de ida y vuelta en dos kilómetros, arrastrado en una lancha”, acota el Negro Buzza. El hermano del speaker es Leonardo Buzza. Compitió en el club de río en la categoría Masters. Con 39 años, Leonardo pone su esfuerzo por seguir manteniéndose vigente en este deporte en el que los menores de 20 años sacan cabeza como los sobresalientes. A pesar de ello, nada les quita las ganas para ponerse sobre las tablas. “Nosotros nos vamos al río, así como algunos se escapan para jugar al fútbol. Es el deporte que uno ama y será así hasta que dé el cuerpo”, reflexiona el Negro Buzza, que también, con dos años más que su hermano, suele anotarse para competir en la categoría Masters. “Uno incluso elimina algunas maniobras muy complejas para poder seguir tirando otros trucos más sencillos”, confiesa, "lo que nos moviliza es saltar las olas". El speaker por excelencia del wakeboard en el país traza un paralelo entre Rosario y Buenos Aires, adonde el wakeabord se practica hace más tiempo que en San Ignacio. “Lo que hoy sucede en Misiones es el sumun de lo que se buscó toda la vida”, define. “Un evento como este es impresionante, que excede al deporte porque estamos en un lugar paradisíaco para la gente que viene a verlo. Y también que hay deportes alternativos como el BMX, los chicos de acrobacia aérea, parkour. Por una cuestión geográfica, por esta especie de bahía, este formato no existe en otros lados”. “EL WAKEBOARD ES UN PLAN DE FAMILIA” Eugenia de Armaa se consagró, nuevamente, en la categoría Open Damas de este año, algo que implica sumar otro lauro para un año inolvidable. Euge también es campeona Latinoamericana y Panamericana. Tiene tan sólo 18 años y sus ojos brillan de felicidad cuando ejecuta esas complejas maniobras sobre la tabla. “Estaría bueno que se sumen más chicas y más hombres para que seamos muchos y se fomenta el deporte”. Por pocos puntos, la hermana de Eugenia, Victoria de Armas, quedó segunda en la categoría Open Damas. Esta cuestión de familia en el wakeboard, es para Eugenia “más un programa que un deporte para mí”. Es que vivir cerca del río, en la zona de Escobar, siempre es “andar con un grupo de gente, amigos y toda mi familia. Es todo un plan, no solo esquío y vuelvo”. No obstante, Eugenia afirma que la confraternidad es algo frecuente. “Lo que más te da el deporte es la amistad, somos muy unidos”. Por eso, para practicar wakeboard solo “hay que tener ganas y conocer a alguien que tenga una lancha, una tabla, un manillar y el chaleco”, resume la campeona. PISAR SIN EL SUELO Como todos los competidores, Melissa Schimpf (17) tiene la piel tostada por el sol. Aunque quedó tercera -detrás de las hermanas de Armas- en la Categoría Damas en San Ignacio, Melisa está muy bien posicionada a nivel continental siendo la actual Subcampeona Panamericana en Juniors, mientras se prepara para el próximo mundial de la disciplina. Porque “mi idea es cada año seguir incrementando mi nivel, hasta que no me den más las piernas o la edad”, se propone. “Este deporte es mi cable a tierra. Me siento libre cuando compito. Me siento yo. Nunca dejo de entrenar y ahora que se viene la temporada quiero dar el 101 por ciento”, dice sonriendo. Melisa se encontró con el wakeboard de casualidad. Su papá siempre la llevaba al río y había comprado una moto de agua. “Un día cayó con una tabla de wakeboard. Me sentí curiosa y me explicó qué era eso. Fuimos al río. Era pleno invierno, en julio. Fuimos con traje, me tiré y me caí al agua. Nunca me había pasado eso de caerme en el río. La sensación de qué había abajo mío me daba miedo, sin saber si podía salir o no. Probé varias veces y no me podía parar. Después en una lo logré pero mi viejo desaceleró la moto. Entonces me quedó picando el bichito de ‘quiero pararme, quiero pararme’”. Ese fue el comienzo. Con el entrenador Renato Buscema Melisa comenzó a entrenar para con el tiempo comenzar a competir. Hoy en día hace vueltas de 360 grados en el aire, "backrolls" y varios más. “EL AGUA DEL PARANÁ ES MÁS RICA PARA ESQUIAR” El colombiano Jorge Rocha quedó segundo en Open Caballeros, apenas tres puntos por debajo de Kai Ditsch. El caribeño se sintió a gusto saltando en olas de un río como el Paraná, muy distinto al gélido embalse de Tominé, al norte de Bogotá y adonde con sus dos hermanos practican wakeboard. El agua del río “es como más rica para esquiar”, apunta Jorge. “En Colombia hay que pensar dos veces para entrar al agua, por lo helado que se pone”. No siempre fue así para este deportista. Porque creció en la zona turística de Santa Marta (en el mismísimo caribe colombiano), un lugar para el que “se esquía como domingueo”, define. “Ahí conocí el wakeboard y busqué seguir practicando en Bogotá, adonde vivo. Le fui dando, más adelante fui a entrenar a Estados Unidos y adquirí más nivel”, comentó Jorge. El colombiano alcanzó a levantar los trofeos de los torneos bolivarianos de Colombia y Chile. Además, casi logró el podio del campeonato latinoamericano, adonde quedó tercero. También quedó cuarto el panamericano de wakeboard.