SALUD | Internacionales | 17/06/2023
Un informe demostró los efectos que tiene la obesidad en el cerebro. Además, pronosticó que más de la mitad de la población mundial tendrá sobrepeso u obesidad para el año 2035 si no se toman medidas significativas.

El Atlas de 2023 de la Federación Mundial de Obesidad predice que más de 4.000 millones de personas, equivalentes al 51% de la población, serán obesas o tendrán sobrepeso en los próximos 12 años. El informe encontró que las tasas de obesidad están aumentando rápidamente, especialmente entre los niños y en los países de bajos ingresos.

La federación sostiene que esto tiene un costo significativo para la sociedad debido a las condiciones de salud relacionadas con el sobrepeso, estimando que para el año 2035 se alcanzarán más de 4 billones de dólares anuales, lo que representa el 3% del PIB mundial.

Por otro lado, un estudio, publicado en Nature Metabolism, reveló que la obesidad puede afectar la capacidad del cerebro para reconocer la sensación de saciedad y la satisfacción después de comer grasas y azúcares. Estos cambios cerebrales pueden persistir incluso después de que las personas con obesidad pierdan una cantidad significativa de peso, lo que puede explicar por qué muchas personas recuperan los kilos que han perdido.

La Dra. Caroline Apovian, profesora de Medicina de la Facultad de Medicina de Harvard, afirma: “No había indicios de reversibilidad: los cerebros de las personas con obesidad seguían careciendo de las respuestas químicas que indican al organismo que ha comido lo suficiente”.

El estudio se basó en un ensayo clínico controlado en el que se administraron carbohidratos azucarados, grasas y agua a través de una sonda de alimentación a 30 personas obesas y 30 personas con peso normal. Los investigadores utilizaron imágenes por resonancia magnética funcional y tomografía computarizada por emisión monofotónica para analizar la respuesta del cerebro durante 30 minutos.

La noche anterior a la prueba, los 60 participantes en el estudio cenaron lo mismo en casa y no volvieron a comer hasta que se les colocó la sonda a la mañana siguiente. A medida que los azúcares o las grasas entraban en el estómago a través de la sonda, los investigadores utilizaron imágenes por resonancia magnética funcional (IRMf) y tomografía computarizada por emisión monofotónica (SPECT) para captar la respuesta del cerebro durante 30 minutos.

El estudio reveló que en las personas con peso normal, las señales cerebrales del cuerpo estriado, la parte del cerebro relacionada con la motivación para buscar comida y comer, se ralentizaban cuando se introducían nutrientes en el sistema digestivo, lo que indica que el cerebro reconocía la ingesta de alimentos.