Además, el corazón también sufre serios daños; el abuso del alcohol puede causar miocardiopatía, arritmias, accidentes cerebrovasculares y presión arterial alta.
El hígado, un órgano clave en el metabolismo del alcohol, puede presentar problemas severos como esteatosis (hígado graso), hepatitis alcohólica, fibrosis y cirrosis. Asimismo, el páncreas se ve afectado, ya que el consumo excesivo provoca la producción de sustancias tóxicas que pueden llevar a la pancreatitis, una inflamación peligrosa que compromete la digestión.
Los riesgos no terminan aquí; el alcohol también está vinculado a varios tipos de cáncer. Según el Instituto Nacional del Cáncer, hay un consenso científico firme de que el consumo de alcohol puede causar cáncer. A mayor consumo, especialmente de manera habitual, aumenta el riesgo de cánceres como el de cabeza y cuello, esófago, hígado, mama y colorrectal. Incluso el consumo moderado, como una bebida al día, se ha relacionado con un aumento del 5% al 15% en el riesgo de cáncer de mama.
Finalmente, el consumo excesivo de alcohol debilita el sistema inmune, haciendo que el cuerpo sea más susceptible a infecciones. Los bebedores crónicos tienen una mayor probabilidad de desarrollar enfermedades como neumonía y tuberculosis, y una sola sesión de consumo excesivo puede comprometer la capacidad del cuerpo para combatir infecciones hasta 24 horas después.
En resumen, el abuso del alcohol no solo afecta a la salud a corto plazo, sino que también plantea serios riesgos a largo plazo, lo que subraya la importancia de consumirlo con moderación y conciencia. Para más información sobre la relación entre el alcohol y el cáncer, se puede consultar el sitio web del Instituto Nacional del Cáncer.