El municipio de General Urquiza atraviesa una de las crisis políticas más tensas de los últimos años. En medio de maniobras, rumores y presiones vecinales, la intendenta Fátima Cabrera habría decidido no asumir la banca de diputada provincial que obtuvo en las elecciones de 2025, con el objetivo de retener el control político de la comuna y evitar que el poder local pase a otras manos.
Aunque públicamente se intentaría presentar la decisión como un gesto de “responsabilidad institucional”, en los pasillos del municipio todos coinciden: la jefa comunal no quiere dejar el sillón a su sucesor natural, el presidente del Concejo Deliberante, José Ptaszenczuk, quien debía asumir legalmente el cargo en caso de licencia o renuncia de la intendenta.
La disputa interna estalló cuando trascendió que Cabrera -junto a su esposo, el exministro de Turismo y ex titular de la Cámara de Representantes, Horacio Blodek- buscaba desplazar a Ptaszenczuk del Concejo para habilitar que su hija, Agostina Blodek, de apenas 25 años, quedara al frente de la intendencia.
Según reconstruyó este medio, el matrimonio impulsó una sesión especial el lunes pasado para destituir al presidente del Concejo. Contaban con los votos de la propia Agostina, Paul Atamañuk y Teresa Duarte. El movimiento, sin embargo, desató una ola de indignación entre vecinos y referentes locales, que advirtieron que cortarían la Ruta Nacional 12 si se concretaba lo que calificaron como “una maniobra familiar para quedarse con el municipio”.
Ante el escándalo y la presión creciente, la sesión fue suspendida a último momento. El propio Gobierno provincial habría intervenido de manera informal, expresando su descontento con el conflicto desatado en General Urquiza y el impacto institucional que podía generar.
Con el intento de destitución frustrado, el clan Blodek-Cabrera optó por recalcular. En las últimas horas, Fátima Cabrera habría comunicado a referentes de la Legislatura su decisión de no asumir su banca de diputada provincial el 10 de diciembre, y permanecer en el cargo para “garantizar la gobernabilidad” en el municipio.
Sin embargo, puertas adentro, el movimiento se interpreta como una estrategia para mantener el control político y evitar que Ptaszenczuk -concejal electo por el mismo espacio y alineado al Frente Renovador- asuma el Ejecutivo municipal.
El concejal, lejos de actuar con la oposición, es considerado un dirigente de perfil dialoguista, con respaldo provincial y buena imagen entre los vecinos. Su desplazamiento habría significado un quiebre institucional de alto costo político.
En tanto, la tensión en General Urquiza sigue latente. Aunque la suspensión de la sesión trajo algo de calma, el conflicto promete judicializarse, y las internas dentro del oficialismo local quedaron expuestas como nunca.
De fondo, lo que parece estar en juego no es solo una banca o una intendencia, sino la continuidad de un esquema de poder familiar que durante años dominó la política de General Urquiza.
Mientras tanto, los vecinos siguen atentos. “Acá todos saben lo que pasa. Si intentan imponer a la hija, el pueblo se va a levantar”, expresó un residente que participó de la protesta frente al Concejo.
La pulseada recién empieza, y el desenlace podría marcar un antes y un después en la política de este pequeño municipio misionero.