Más de 80 mil videos sexuales y un chantaje que conmueve a Tailandia

17 de julio de 2025

Wilawan Emsawat, conocida como la “Señora Golf”, fue detenida en Tailandia tras protagonizar uno de los escándalos más graves en la historia reciente del budismo en ese país. La mujer, de 35 años, seducía a monjes, grababa encuentros sexuales sin su consentimiento y luego los extorsionaba a cambio de no difundir el material. En tres años habría recaudado casi 12 millones de dólares.

La investigación comenzó en junio, cuando un abad de Bangkok abandonó repentinamente su monasterio tras haber sido amenazado con la difusión de un video íntimo. Emsawat no solo habría mantenido relaciones sexuales con él, sino que también le exigió dinero por un presunto embarazo. El caso fue la punta del iceberg que destapó una red de chantajes a otros religiosos.

La policía incautó más de 80.000 fotos y videos íntimos utilizados para la extorsión, hallados en los dispositivos de la acusada durante un operativo en julio. Parte del dinero obtenido se habría destinado a apuestas en línea. Las pruebas también permitieron identificar a nuevas víctimas potenciales.

La magnitud del escándalo golpeó de lleno a la Sangha, el órgano rector de la vida monástica en Tailandia, y provocó una crisis de legitimidad en una institución que concentra un fuerte respeto social en un país donde más del 90% de la población es budista.

Como respuesta inmediata, el rey Vajiralongkorn revocó títulos honoríficos a 81 monjes y el Consejo Supremo de la Sangha anunció la creación de un comité para reformar las normas internas. El gobierno también propuso penas más severas para los monjes que violen el código monástico.

El caso de la “Señora Golf” no es un hecho aislado. En los últimos años, el budismo tailandés ha estado bajo la lupa por múltiples escándalos que van desde delitos sexuales hasta narcotráfico. Estas situaciones pusieron en evidencia la falta de control y transparencia dentro de los templos.

Expertos en religión y sociología coinciden en que el problema es estructural. Denuncian una jerarquía rígida donde los monjes jóvenes no pueden cuestionar a los superiores por temor a represalias. Esta cultura del silencio habría permitido que los abusos y la corrupción se mantuvieran ocultos por años.

Para los analistas, el desafío no es solo limpiar la imagen pública del budismo tailandés, sino realizar reformas profundas que eviten nuevas crisis. Como advirtió una académica local: “La Sangha debe amputar brazos y piernas si quiere salvar el cuerpo”. La sociedad espera respuestas concretas.