Mientras las luces del centro y la costanera se llevan todas las miradas, buena parte de los barrios posadeños permanece a oscuras. Calles internas casi sin iluminación, veredas invisibles al caer la noche y avenidas periféricas con tramos enteros a oscuras son parte de una postal que se repite en distintos puntos de la ciudad.
Vecinos de zonas como Villa Cabello, Itaembé Miní, A-4, Santa Rita, Miguel Lanús y las chacras más alejadas denuncian desde hace tiempo la falta de mantenimiento del alumbrado público. En muchos casos, los pocos focos que quedan encendidos parpadean o iluminan de forma irregular, dejando extensos sectores completamente a oscuras.
La falta de luz no solo genera incomodidad: se convirtió en un factor de inseguridad. En esas sombras, los robos a peatones y motociclistas son frecuentes, y los llamados “puntos ciegos” se transformaron en lugares de encuentro para consumidores y vendedores de droga. Algunos vecinos aseguran que las esquinas sin iluminación son aprovechadas por pequeños grupos para ocultar actividades delictivas o planificar ataques al paso.

Pero el problema no afecta solo a los peatones. Los automovilistas también deben lidiar con calles internas llenas de baches, pozos sin señalizar y tramos de tierra donde la visibilidad es mínima. En varias avenidas secundarias, incluso, los postes existen pero las luminarias no funcionan, lo que multiplica los riesgos de accidentes y daños materiales.
Mientras tanto, el contraste con el centro posadeño es evidente. Las avenidas más transitadas y la costanera lucen iluminadas, cuidadas y con mantenimiento permanente, mientras que los barrios, donde vive la mayoría de los vecinos, quedan relegados a la penumbra.
La falta de iluminación pública no es solo un problema estético, sino una cuestión de seguridad, de movilidad y de igualdad urbana. Posadas no termina en el centro ni empieza en la costanera: también está en esas calles donde la oscuridad se volvió parte del paisaje cotidiano.