La huelga se recrudece, los acuerdos no llegan y el corte de una de las principales avenidas de Posadas forma parte de una serie de imágenes que se replican en otros puntos de la provincia: asambleas en escuelas, cortes de rutas y movilizaciones en distintas localidades.
En este contexto de lucha, es clave reivindicar el rol de las mujeres que ponen el cuerpo y dejan la vida al exigir un salario digno para sostener sus economías familiares. ¿Por qué ellas? Según la Encuesta Nacional a trabajadores sobre Condiciones de Empleo, Trabajo, Salud y Seguridad (ECETSS 2018), en Argentina, la feminización de la salud y la educación es una tendencia marcada. Aproximadamente el 69% de los trabajadores de la salud en el país son mujeres, esto incluye profesionales como enfermeras, obstetras, psicólogas, trabajadoras sociales y personal administrativo en hospitales y centros de atención médica. En cuanto a educación, el porcentaje es aún mayor, con un 73% de mujeres empleadas en la actividad.
Datos, no opinión. Estos números representan una segregación horizontal en el mercado laboral: además de ser sectores de la economía asociados al cuidado que de nuevo pesa sobre las espaldas de las mujeres, hoy se ven golpeados por la precarización laboral y salarial. La realidad las obliga a salir a las calles a protestar y luchar por derechos que deberían estar garantizados hace muchísimo tiempo. Se suma que muchas de ellas debieron dejar sus hogares y familias, posiblemente al cuidado de otras mujeres: abuelas, hermanas y amigas que, si bien se vuelven un sostén clave, también padecen la precarización con los recortes salariales, la quita de subsidios a servicios básicos y pésimas jubilaciones, que en los últimos meses se volvió el foco y la principal política del gobierno nacional.
Las trabajadoras misioneras no callan ante un gobierno que castiga con un Comité de Crisis, integrado por fuerzas federales que, además de poner a las manifestantes y sus colegas varones al mismo nivel que los narcotraficantes de Rosario, criminaliza el derecho a huelga. La protesta se feminiza porque son ellas las que educan, cuidan y curan, las que ponen la tiza y el cuerpo ante las balas de un estado que oprime hasta la asfixia.
No las dejemos solas. Necesitamos a las maestras en las aulas y a las enfermeras y médicas en los centros de salud, sí. Pero las necesitamos fuertes, dignas y libres, con salarios justos y condiciones laborales decentes. No dejemos de reconocer y valorar la formación, el tiempo, el trabajo y la vida de quienes hoy, con un fuerte liderazgo, se enfrentan al poder de turno con banderas firmes y causa justa. Visibilicemos y abracemos su lucha, porque luchando también están enseñando.
Daiana Bárbaro. Lic. en Comunicación-Diplomada en Género.